Hoy hace unos doce años, decidí mandar mi trabajo al garete y…
Mentira, fue la empresa la que me envío a mí al garete, pero quedaba más heroico contarlo al revés, ¿a que sí?
Era la época de la crisis. Pensé que ese era el mejor momento para hacer lo que llevaba tiempo pensando y anhelando: hacerme formador.
Tardé unos tres meses en conseguir que me contrataran para dar mi primer curso. A partir de ahí, empezó a salir trabajo de forma constante.
¿Cuál era el problema? Dos, en realidad.
La inseguridad del principio y la fala de conocimientos de algunos temas que tenía que impartir.
Me venía teniendo que dominar en una semana “operaciones de almacenaje” sin tener ni idea.
No había más remedio. Había que estudiar. Y rápido.
Desempolvé mis conocimientos como psicólogo educativo, cuando orientaba a alumnos en técnicas de estudio. Todo esto sirvió. Pero se quedaba corto.
Comencé a investigar sobre el tema. Técnicas de lectura rápida, comprensiva, memorización, mapas mentales, pensamiento visual,…
Descubrí que la información que hay sobre el tema está muy desperdigada, es poco concreta y contradictoria. Así que, sin darme cuenta, fui creando un método propio con lo que a mí me funcionaba.
En unos dos años tuve recopilados, aprendidos y ordenados una serie de métodos de estudio que consideraba valiosos. Luego esa investigación se ha ido ampliando con los años, incorporando elementos que hoy considero imprescindibles.
Pero volviendo al tema de mis primeros cursos…
¿Cómo conseguía aprenderme en una semana una materia entera que luego tenía que impartirla, a veces en varias semanas?
Hay varias claves, pero la principal es el hecho de que TENÍA QUE impartirla.
El hecho de tener que USAR la información para algo concreto poner a tu cerebro en modo de aprendizaje.
Está demostrado que memorizamos mejor cuando una tarea queda inacabada.
El hecho de tener que impartir lo que estudias tu cerebro lo interpreta como algo inacabado.
Además, te obliga a ordenar la información, estructurarla, entenderla, organizarla, poner foco en lo importante, sintetizar,…
Te obliga a estudiar de forma activa. De la forma que necesita tu cerebro.
Un tal Richard Feynman también se dio cuenta de esto. Aprendemos explicando.
Bautizó a su técnica, curiosamente, Técnica Feynman.
Te la cuento en el próximo post.
Mientras tanto, mira de qué curso hemos sacado ya la segunda edición:
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