Quejarse denota algunas buenas señales: se sabe que algo va mal. Incluso se vislumbra qué es lo que uno prefería tener en vez de lo que tiene. La parte mala es que no se está queriendo hacer nada con ello. Se está eligiendo quedarse donde se está. Se elige no crear. Se asume que por el hecho de quejarnos ya estamos haciendo algo con el problema. Éste es uno de las mayores trampas.
Entonces, podemos hacer dos cosas: seguir quejándonos ante las personas equivocadas, que sólo refuerzan nuestra falta de responsabilidad, o hacer algo con el problema en orden a solucionarlo.
Cuando digo que nos quejamos a las personas equivocadas, es porque muchas veces nos quejamos a quien menos puede hacer por solucionarlo. O a quien menos puede hacernos de espejo y mostrarnos nuestras inconsistencias. Vamos al trabajo y nos quejamos de la pareja. O viceversa. Es más fácil así. Implica menos riesgo. Se necesita bastante valentía para sentarse con la persona implicada y decirle que uno no está contento con cómo ve las cosas. Se necesita valor para pedir un cambio de comportamiento. Con la pareja. Con los amigos. En el trabajo. Con la familia. Nos nos han educado en la asertividad. Sí en la pasividad. Y la pasividad lleva a la queja.
Si aprendo a reemplazar las quejas por solicitudes de cambio, mi actitud ante la vida cambia. Alternativas a la queja: si una situación no te gusta, nos podemos esforzar por cambiarla o tomar la decisión de abandonarla si es preciso. Si nos mantenemos en la queja, mantenemos la situación. “No te quedes de brazos cruzados. Haz algo al respecto”.
Si el trabajo no te gusta, esfuérzate en cambiar las condiciones o tu percepción. Si no, cambia de empleo.
Si la pareja no funciona, acepta mejorar la relación o abandona.
El mundo no te debe nada. Los demás tampoco.
Lo que ves en tu vida es lo que has elegido ver. Lo que piensas es una elección, consciente o no, producto de múltiples circunstancias.
Si es una elección, ¿podemos elegir otra cosa?
Claro que sí. Podemos elegir ver, pensar y sentir de otra manera. La realidad es sólo interpretación. Hay otro modo de ver y vivir aquello que nos hace sufrir.
Por ejemplo, puedes empezar por cambiar tu percepción sobre el error. Nos han educado en el error. En que las cosas están bien o mal. En que hay que asociar todo a un resultado. Correcto o incorrecto. Esto, aparte de crear ansiedad infinita, nos desvincula de nuestras verdaderas motivaciones y pasiones.
Hasta ahora no se conoce otro método de aprendizaje que no sea el ensayo y error. La educación tradicional nos ha hecho tener miedo al aprendizaje. Nos ha hecho tener miedo al error, como resultado no deseado y sinónimo de fracaso.
Pero fallar es imprescindible. No es sólo que no sea tan grave, es imprescindible. ¿Para qué? Para crecer. Para aprender. Si fallas es porque estás haciendo cosas. Si haces cosas tienes más posibilidades de aprender. Es poco probable llegar al éxito si no se ha tenido este proceso de aprendizaje.
Nos han programada con un lenguaje y unas creencias deficitarias. Pero no importa. Tan fácil como cambiar el lenguaje. El error puede ser proceso de aprendizaje, camino, vislumbrar lo que debo y no debo hacer, resultado, acercamiento sucesivo, método de correción, etc,….Otras veces, el error será sólo error, y no hay que darle más vueltas. Otras veces, los aciertos también nos enseñarán grandes cosas. Cambia tu lenguaje. Nada es blanco o negro.
En los distintos ámbitos de la vida, podríamos preguntarnos hasta qué punto estamos dejando que las opiniones de otros estén condicionando nuestras decisiones. ¿Tienes miedo a lo que piensen los demás cuando fallas? ¿No sería mejor tener miedo a las oportunidad perdidas por ese mismo miedo?
A veces a las personas nos encanta buscar excusas para sentirnos mal. Si no es por los errores cometidos, es por pensar que le hemos fallado a alguien. Deja de autocompadecerte y toma otra actitud. La de aprender. Vale. Lo que sea que ha pasado, ya ha pasado. Ya las has fastidiado. Ya te han fastidiado. La pregunta siguiente es: ¿Qué vas a hacer ahora?
Si tu camino está cimentado de dificultades, enhorabuena! Como suelen decir, ningún mar en calma hizo experto a un marinero.
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